jueves, 2 de agosto de 2007

Por la libre.


Ayer me vine por la libre, esperando retrasar la llegada a la ciudad que nos engulle y así, alargar un poco la provincia que nos ennoblece. El contacto con el México interior, casi siempre acaricia los sentidos y nos calma con el bálsamo de sus sonidos y colores.

Doblando por el volcán desciframos la pasión común; el paisaje convive sin alteraciones con la portería y las rayas que delimitan el juego popular. No importa si el estadio está rodeado de mazorcas o un borrego y dos mulas se vuelven espectadores mudos del domingo sin arado y yunta.

El campo adopta formas muy extrañas, obligando al fútbol a ejercer su universalidad sin importar las dimensiones. Un ejido donde el portero tenía que adivinar la trayectoria del balón y el cobrador del tiro de esquina lanzar un centro dándole coherencia a un zapatazo, detuvieron nuestra marcha.

La inclinación del terreno en perspectiva con el marco era tal, que a los centrales solo se les veía de la cintura para arriba, cuando la jugada estaba en medio campo. Imposible ubicar la portería desde el área rival. El montículo se extendía desde ambas medias lunas, arrinconando textualmente la zona de gol en cada extremo. Logrando que el ejercicio entre delantero y defensa fuera más intimo que en lo llano. El nueve desaparecía en el horizonte perseguido por el cuatro y segundos más tarde reaparecía para comunicar su anotación al resto del equipo en curiosa espera por los valles del estadio natural. El árbitro es más cartógrafo que juez y marca las faltas dependiendo de lo sinuoso del terreno. Haciendo un mapa en donde es posible fingir la falta o realmente imposible driblar la piedra y el rival antes de caer.

Por un costado se corría más que por el otro, debido a que las raíces de un olmo desviaban la cal unos metros hacia el centro, haciendo de la línea una curva de banda. Por el otro había que ser más hábil, cuando la gambeta evitaba los dos pozos donde se perdieron varios tobillos y ahogaron grandes jugadas. El juego por las bandas sin embargo es parejo, no olvidemos que la FIFA sabia, consciente y justa dictamina cambio de cancha para el segundo tiempo, sin importarle donde se juegue al fútbol.

Aquel terreno cuya geografía desconoce el reglamento no impedía que el balón rodara alegre, con saltimbanqui redondez. Dominar la pelota en ese estado requiere tal precisión que el fútbol parece otro deporte. Héroes del campo y figuras desvencijadas, cerraban el círculo perfecto de un retrato particular.

Después de admirar aquel partido llegamos a la conclusión que era tan divertido como cualquier otro torneo. La H. Liga Interejidal, representaba con todas sus carencias un espacio único y exclusivo donde las ramas de los árboles regalaban sombra y platea al mismo tiempo; para observar un espectáculo fuera de lo común. Los futbolistas salen a divertirse defendiendo el singular territorio con pasión en estado puro.

Lo más increíble de todo no era el olmo, ni el pozo ni el impecable arbitraje.
Tampoco resultaba tan sorprendente una chilena rematada de un balón que salía disparado a orillas de un río. O que el cementerio por extraño que parezca tuviera más vida que cualquier tribuna que habitamos. Lo más increíble fue ver jugar en aquel lugar a la Selección Brasileña de fútbol contra el Real Madrid. Campesinos que hacían de Beckham y Ronaldo, sintiéndose ellos y jugando como tales por un par de horas.

El Madrid derrotó al Scratch, 4 – 3 con goles de Fulgencio, José de Jesús, Eleuterio y Pedro. Que mañana volverán a calzar

Ahí está el empaque de nuestro fútbol y el alimento de la liga. En su origen humilde y honesto. Como buen pretexto para el arranque del torneo, quisimos compartirle a usted esta reflexión. Para que los aficionados nunca duden que los futbolistas se hicieron en su mayoría en estos campos y en bajo estas condiciones. Encontrando en su génesis el verdadero estilo del fútbol mexicano que debemos defender por encima de todo. Los estadios necesitan un poco más de llano en sus campos y los jugadores mas recuerdo de su infancia. En donde habitan las verdaderas Chivas, el auténtico América, el real Cruz Azul y los legendarios Brasil y Real Madrid.


Vale mas la pena luchar por el origen, que claudicar ante el profesionalismo vano que termina contaminándolo todo cuando se pierde el auténtico rumbo que toma un balón al crecer. Ahí está el futuro y el valor del campeonato, que arrancó bien y puede terminar mejor.

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